Estaba en Colombia, tenía que hacerlo; nunca había bailado en mi vida y además sentía que tenía dos piernas derechas; Bogotá era una ciudad de clima frío, no me imaginaba esto antes de venir. Después de dar vueltas en la cama de mi habitación privada del hostel The Cranky croc, lo decidí; bajé a recepción, miré si aún estaba la lista entre tantas actividades y me apunté. 

— La experiencia empieza a las 7pm —dijo Robert, el de recepción. 

Aún faltaban 20 minutos, así que pedí una cerveza artesanal de las de Original sin el bar y esperé. En un rato llegó la profesora, quien saludó a todos diciendo que era Gabriela y que hoy sería nuestra maestra de salsa y agregó: 

—chicos, la salsa es la forma que tenemos los colombianos para bailar sobre nuestras dificultades y así superarlas; no es una vida fácil en Colombia, pero aún así se baila como si no hubiese mañana. 

—No hay que ser el mejor, pero hay que bailar; así que únanse sin miedo, que seguro la van a pasar bien. 

Unos cinco de nosotros nos unimos; estaba nervioso pero decidido. La clase comenzó con algunos pasos básicos; algo para sacudir el cuerpo y ponernos en tono; la idea era seguir el conteo 1,2,3 y 5,6,7 una pierna debía moverse en dirección opuesta a la otra una a la ves y así seguimos poco a poco, paso a paso de un movimiento a otro con la profe guiándonos llevándonos casi como niños aprendiendo a caminar; esto era más que una salsa class en Bogotá era una experiencia de Colombia una forma en la cual nos estábamos conectando más y más a la cultura y sentir del colombiano; la maestra nos envolvía poco a poco entre las instrucciones de los pasos y las historias de la cultura colombiana y su conexión con la salsa; al cabo de unos 40 minutos una de mis dos piernas derechas había sido finalmente transformada casi que mágicamente por los hechizos de Gabriela en una pierna izquierda y asombrosamente yo un hombre de 30 años de edad de el norte de Alemania estaba bailando. 

Después de 1 hora y algo más habíamos terminado la clase; me acerqué a la profesora y le pregunté: 

—Gabi, ¿crees que, si voy esta noche al Goce pagano, el lugar para bailar salsa que nos recomendaste, pero no hablo español, estará mal? 

—¡Ya hablas el mejor idioma; el idioma del ballet y esto es mucho más importante que hablar español aquí en Colombia! —dijo Gabriela. 

Por Fredy Calderón.