Buenos días a todos, bienvenidos a Colombia… Este saludo y otras explicaciones nos dio nuestro guia lorenzo antes de emprender nuestro walking tour bogota, saliendo del hostal the cranky croc; un hostal bien especial, muy en la onda del año 2024 en el que estamos; una mezcla del pasado colonial de una casona antigua con el presente; que no deja nada que envidiar de los hoteles más prestigiosos en los que he estado. Salimos en dirección a las montañas que rodean la ciudad, caminamos un par de cuadras y nos detuvimos en la esquina de un colegio también de estructura moderna; Lorenzo dijo que era público y llevó nuestra atención de inmediato hacia las dos montañas; en cada una de ellas reposaba una edificación; la primera era Monserrate dijo el, la segunda Guadalupe; el grupo era bien diverso, teníamos uno de sur África, dos chilenos; dos coreanos y yo el estadounidense. Lorenzo comenzó a explicar que tanto Monserrate como Guadalupe eran montañas sagradas para los antiguos habitantes de la zona que ahora es Bogotá, los muiscas, una cultura muy espiritual que respetaba mucho la conexión con la naturaleza.  

—los muiscas solían hacer rituales de ofrendas al agua, el sol y la luna, en las viejas montañas, —dijo el guía— 

Todos estábamos muy conectados con el relato, mirando hacia la montaña; cuando de repente bajé mi mirada, quedé estupefacto con lo que vi; uno de los chilenos se veía totalmente diferente, como si fuera un nativo, de los que Lorenzo nos mostraba en fotos al hablar de los antiguos habitantes de la zona; pero su amigo seguía hablando normalmente con el, entonces decidí no decir nada, hasta que el guía llevó su mirada hacia el y señalándolo nos dijo a todos: 

—¡miren; el es un Muisca!  

—Sigamos caminando. 

Caminamos cuesta arriba; nadie parecía importarle o al menos querer hablar sobre la transformación, entonces yo también pretendí olvidarlo. Vislumbramos a menos de una cuadra unas casas hermosas que estaban de lado y lado de una pequeña calle de piedras; en un letrero decía el nombre; el callejón del embudo. Nuestro guía nos detuvo en la entrada del callejón; comenzó a explicar la importancia e historia del lugar; la chicha fue lo que más llamó mi atención, Lorenzo explicó que es una bebida fermentada; nos preguntó si queríamos probarla, todos aceptamos, entonces Lorenzo compró una botella completa de una de las casas; caminamos por toda la calle empedrada contando historias, a mitad de la calle paramos para hablar sobre el arte, la cultura y tomar un shot de chicha. Me concentré en la bebida era un poco amarga pero dulce al mismo tiempo, aunque para mí no era lo más delicioso del mundo, si debo aceptar que me empezaba a enamorar. Entonces Lorenzo nos preguntó si nos gustaba la chicha; cuando yo iba a contestar los dos coreanos se me adelantaron en coro, dijeron que si; pero cual fue mi sorpresa al mirarlos pues se habían convertido en muiscas también. Todos dijeron que les encantaba la bebida, pedimos más a nuestro guía, pero este nos dijo que tomaríamos más al llegar a la próxima plaza, el chorro de Quevedo; según el un lugar muy especial para la cultura muisca y para los bogotanos en general. Al salir del callejón nos encontramos con un lugar que parecía ser de un pasado muy lejano, unas casas circulares hechas de postes de madera y paredes de arcilla; entrelazadas con otras más de apariencia española, además de media fuente de agua en el medio, la mitad de la plaza tenía piso empedrado y la otra mitad era suelo de tierra con hierva; una mezcla caótica de dos civilizaciones totalmente diferentes. El guía nos llevó cerca de el pedazo de fuente, donde nos invitó a colocarnos en círculo; así lo hicimos, el fue uno por uno a darnos de la chicha, cuando llegó hasta mi me dijo: 

—¡acerca tu totuma! 

No entendí a qué se refería, el señaló con su boca hacia mis manos, cuál fue mi sorpresa al ver que el vaso plástico donde había tomado todo este tiempo mi chicha se había convertido en una vasija circular, de madera; la eleve sin pensar, Lorenzo sirvió un poco, nos invitó a tomar a todos un trago en honor a la vida; cuando termine de tomar mire el grupo, todos los turistas y el guía eran muiscas; entonces me di cuenta de que yo también.  

Por fredy calderon