Me pregunto si todo el que viene a la plaza de Bolívar se sienta en esta esquina, en las escaleras de la majestuosa catedral primada, para poder admirar con toda la calma, para poder respirar y ver a los niños jugando con las palomas que tras un gran rato observándolas me he percatado que son las dueñas indiscutidas del lugar. Siempre que vengo a esta ciudad visito la gran plaza donde todo el poder político está concentrado; algunas veces decido visitar otras cosas y algunas otras veces decido quedarme todo el día sentado, admirando la belleza de la plaza; no solo lo arquitectónico contemporáneo, republicano y colonial; si no también el pequeño y único mundo colombiano que se mueve en ella; es suficiente visitarla, quedarme aquí sentado para aprender más y más de Bogotá. La gran mayoría de las veces que visito la capital del país más hermoso de Suramérica, vengo decidido a analizar y entender sus gentes, su idiosincrasia y es que la vieja plaza esta tan cargada de historia e información que es imposible asimilarla toda en una sola mirada rápida y fría. Mis amigos, los que a veces vienen conmigo me preguntan si alguna vez me muevo a otra parte; que si hago algo más; si, claro que me muevo; acostumbro a llegar en la madrugada y sentarme aquí en las escaleras y ver a los vendedores llegar, a la señora de las fotos, la del maíz de las palomas y los demás; pero llegada la hora exacta; claro que me levanto y camino, camino con un solo propósito, un solo destino incambiable; me voy en búsqueda de la felicidad. a la hora del desayuno me voy en búsqueda de la felicidad, y después de unas cuantas cuadras adentro bien adentro del centro histórico, visito aquel lugar; un restaurante en una casa colonial donde ya me conocen, ellos saben que vengo buscando eso, la felicidad, lo de siempre me pregunta la amiga la que atiende en el lugar; que más hermoso que venir a Bogotá y visitar la plaza de bolívar y luego a la hora más sagrada para los colombianos venir a desayunar; a Di Amato en el centro antiguo bien bogotano y colonial entonces finalmente frente a mi aquí esta lo que siempre vengo a buscar; este plato de colores verde, blanco, con taninos naranja y el marrón del calado esa especie de pan seco que nunca debe faltar. La changua según escuche; en alguno de los tours que en mis primeras visitas tome; significa felicidad en la lengua de los nativos y habitantes originales de Bogotá; esta especie de caldo con sal, hecho de huevos, cilantro, cebolla larga, calado de la panadería de la esquina y lo más importante la base de leche de vaca; la que genera odios y amores el desayuno bogotano por excelencia, la changua Colombiana; y si, aquí en este rincón en esta mesa; siempre encuentro lo que vengo a buscar, la felicidad.
Por. Fredy Calderon
