Tinto, tequilazo, aromática, canelazo y wiscazo  bienvenidos! repetía una señora de unos 30 años mientras empujaba su triciclo de color naranja por toda la calle peatonal. Nuestra guía nos llamó y apresuro el paso para alcanzarla. Era una tarde un poco nublada que como todas las tardes en Bogotá seguramente estaba llena de sorpresas; o esto nos había dicho nuestra guía al comenzar el walking tour. La calle parecía un laberinto de actos de todo tipo; artesanos por un lado y artistas por el otro; Andrea se detuvo y nos organizó rápidamente para decirnos:

—¿Chicos, sabían que esta ciudad es la única ciudad que si le echan una moneda se mueve?

mientras se acercaba a uno de los artistas disfrazados  de color plateado que sostenía unas maracas en modo de estatua y le tiro una moneda para que este inmediatamente reaccionara meneando los instrumentos tan fuerte; que asusto a algunos desprevenidos que saltaron en medio del grupo. Volteamos, el triciclo lleno de hiervas verdes parecía flotar entre el mar de gente que caminaba en todas las direcciones; pues en menos de dos minutos se había alejado mucho de nosotros; de inmediato la guía Andrea nos llamó, nos organizó para retomar nuestra cacería de aquella mujer; vimos toda clase disfraces de personajes de ciencia ficción que se te acercaban para ofrecerte una foto con ellos; muchos se detuvieron, no sin antes informar a nuestra líder para no extraviarse; ella y unos cuantos más estábamos ya por alcanzar nuestro objetivo. Caminamos una cuadra más y de repente la calle desembocaba en una gran plaza; parecíamos haber pasado de Asia a Europa en menos de un segundo y allí estaba ella parqueada, justo al lado de una iglesia imponente que estaba en una de las esquinas:  

—!chicos con ustedes el popular canelazo! —dijo Andrea con una gran sonrisa—  

—¡y para el vegetariano tengo wiscazo! —dijo la vendedora soltando una carcajada— 

Todos nos reímos al tiempo, nuestra guía nos iba explicando los ingredientes de cada bebida mientras nos preguntaba para ordenar, la señora muy atenta nos pasaba a cada uno lo nuestro; mientras meneaba una olla gigante de agua hirviendo que tenía no sé cuántas matas, frutas y panela. Me acerqué a la señora, le pregunté si podíamos tomar una foto grupal; ella dijo que sí; le di a la guía mi celular, ella lo tomó y dijo: 

 —¡Chicos uno, dos, tres! 

—¡Arriba, abajo, al centro y pa’ dentro!  

—Bienvenidos a Colombia. —dijo la señora— 

La vendedora recibió el pago de las bebidas y siguió su camino diciendo: 

—Tinto, tequilazo, aromática, canelazo y wiscazo  bienvenidos. 

Por Fredy Calderon