Recuerdo bien ese día; aquella casa pequeña, pintoresca de apariencia ancestral; era casi como una de esas que aparecían en los cuentos de hadas de mi infancia; recuerdo estar afuera, en esa calle empedrada, empinada; esperando que nos abrieran para ingresar; recuerdo que nuestra guía bien ingeniosa ella; nos dijo en forma de broma, que parecían estar diseñadas para esos seres mágicos de poca estatura cuyo nombre no podía recordar; pero que sería una sorpresa al entrar. Esta era la segunda parada de nuestro food tour Bogotá; estábamos ansiosos por descubrir los secretos que doña Miriam la chef y anfitriona nos iba a compartir sobre la gastronomía colombiana. Entonces se abrió la puerta; Milena la guía nos invitó a seguir; la sorpresa fue grande cuando al entrar, la casa tenía dos pisos y aunque todo era muy antiguo, resultaba ser acogedor. Milena nos comentó que las casas coloniales en la candelaria solían ser así; siempre algo inesperado, pues originalmente eran gigantes y en los tiempos modernos los dueños las dividieron para sacar mejor provecho, aunque por fuera por ley debían conservarse iguales; por dentro siempre tenían miles de cosas por descubrir.
—esta casa en particular se había dividido en tres casas y estábamos en una de ellas. —dijo la guía—
Nos invitaron a sentar en la mesa, no puedo dejar de pensar en todas las fotos de Jesús, la virgen maría y todos los santos que se podían ver decorando la pared antes de llegar a la cocina; «los colombianos deben ser bien religiosos»; pensé. Mirian era una persona muy callada pero sonriente.
—Mirian es de Cartagena Colombia, pero ya vive hace unos 10 años en Bogotá. —dijo milena—
—¡ella hoy nos ha dado el privilegio de poder venir a su casa y nos va a enseñar a hacer un plato tradicional de la costa caribe colombiana! —la carimañola—
La carimañola explico milena; era un amasijo de yuca que se preparaba frita y rellena con carne molida o con queso. Nos acercaron a la cocina; doña Miriam nos dio unos guantes y manos a la obra, a cocinar, mientras unos traían la yuca recién cocida y la ponían con las instrucciones de la anfitriona, traducida por la guía, en la máquina para moler; otros como yo, molíamos y pasábamos la masa ya lista a doña Mirian y el resto de turistas que hacían parte de este tour gastronómico por Bogotá, para que le dieran una forma circular en la cual los dos hijos de la chef ponían una cucharada de carne molida ya cocida previamente por ellos (este era un negocio familiar, con el cual surtían a muchos de los lugares de fritos de la zona) en el medio de la masa y para los vegetarianos con queso.
—y si eres vegano con cebolla, tomate un bueno Hogao. —nos dijo Milena—
La guía y la anfitriona nos mostraron como se unían para encerrar el relleno y formar una especie de empanada solo que más circular y hecha de yuca. Todos uno por uno tuvimos la oportunidad de armar la propia, entonces el último paso fue lo más sorprendente; la señora Mirian nos dijo que había que fritarlas en una olla con aceite bien caliente y que esto era lo que evitaba que se volvieran solo grasa; además nos dio el ultimo secreto, que jamás habría pensado por mí mismo y eso que en mi país soy cocinero; hacer unas perforaciones pequeñas con un tenedor para que el amasijo no explotara al echarlo en el aceite hirviendo, en menos de dos minutos ya estaba lista y crocante para comer. Todos hicimos lo nuestro hasta terminar; entonces volvimos a la mesa donde ya los platos, junto con algunas tazas de buen hogao colombiano nos estaban esperando para ese festín de tradición que nos íbamos a comer. Todos después de comer dimos las gracias a la señora y su familia por la gran experiencia, por permitirnos entrar a su mágica casa; por ayudarnos a saber de verdad a que sabe Colombia; algunos la abrazamos, otros le dimos propina y seguimos nuestro camino con la guía en este viaje por el país sin tener que salir de Bogotá. Así fue la segunda parada en nuestro maravilloso Bogotá food tour.
Recuerdo bien ese día; en el cual aprendí que es lo que se come en Colombia y de la mano con esto tuve la oportunidad de entrar en el corazón de ese maravilloso país.
Por. Fredy Calderon